El cuerpo desplazado: HOME EXPERIENCE.
Un rumor, un secreto, una investigación de Emilio Tomé.
Una vivienda es el lugar de las certidumbres que, desde hace mucho menos de lo que se piensa, se levanta contra el temblor crónico de la vida pública.(…)Cuanto más nos alejamos de ese núcleo de opacidad, más translúcidos nos volvemos.(…)La identidad de cada cual es, para quien quiera escrutarla, al mismo tiempo una evidencia y una intriga.(…)El propio domicilio se podía postular como refugio que permitía resguardarse de la desolación y la zozobra que caracterizaban el mundo externo y el único lugar donde todavía era posible cierta experiencia de la verdad personal.(…)El dentro construido para albergar las distintas instituciones primarias – empezando por la familia – no nos puso a salvo de un afuera vivido como inauténtico y vacío y no se pudo encontrar de puertas adentro ese nido en que cada cual iba a poder ser realmente en plenitud. Pronto se descubrió que aquel interior doméstico también estaba afectado de las inclemencias de las que las víctimas del mundo moderno procuraban protegerse a toda costa.(…)Ese fue el gran desastre: la obligación que se impuso al yo de atrincherarse en sí mismo, hacerse hipocondriaco ante las acechanzas del exterior.
-Manuel Delgado
Lo siniestro sería aquella suerte de espanto que afecta a las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás.(…) Se denomina Unheimlich todo lo que, debiendo permanecer secreto, oculto…no obstante, se ha manifestado.(…) Por un lado hace referencia a lo familiar, lo íntimo y amable; pero por otro, designa también a lo oculto, lo disimulado.
-Sigmund Freud.
El observador, por el mero hecho de su presencia, altera o modifica el objeto de su observación.
-Werner Heisenberg
Este proyecto se constituye como una investigación sobre las barreras de privacidad e intimidad que construimos en nuestra vida cotidiana. Y sobre la performatividad de nuestros propios espacios de convivencia. También pretende establecer un mecanismo de observación e intervención que transforme y modifique la percepción que tenemos de nuestra propia intimidad.
Propone un desplazamiento de la mirada, a través de un desplazamiento de los lugares que nuestros cuerpos ocupan normalmente. Generando una situación escénica o performativa extraña y violenta, pero también fascinante y siniestra, es decir, que ilumina aquello que se encuentra oculto tras nuestra normalidad.
Para ello, desarrollamos un dispositivo a modo de experimento, que nos permita revelar(nos) en una suerte de desnudez. Es una invitación a ser observados y, de esa manera, que aquel que nos observa transforme nuestra propia realidad. Un juego pactado. Una experiencia compartida con extraños.
El fantasma y los huéspedes: Un experimento.
Este experimento-juego consiste en conducir a un “espectador” a ciegas a una vivienda al anochecer, a modo de intruso, cuando la noche cae en la ciudad y la gente se retira a sus casas. Este “intruso” es abandonado en esta casa de localización incierta, a la espera de que sus inquilinos regresen de sus trabajos y quehaceres del día. Un “espectador” que será ignorado por los habitantes de la vivienda, una presencia invisible pero inevitable que deambulará por la casa, invisible y expuesto a su soledad y a la sensación de inexistencia. El “intruso” convivirá en esa vivienda hasta que sus habitantes se duerman, dejando que la oscuridad y el silencio le envuelvan. Una vez el corazón se haya encogido y la soledad potenciada invadan al intruso, éste, de nuevo a ciegas, será conducido a algún lugar desde el que observar la ciudad con sus cientos de miles de ventanas iluminando cientos de miles de hogares como aquel en el que ha vivido una otra vida.
Para su desarrollo, se establecen una serie de “normas” o “indicaciones” que serán conformados y establecidos con anterioridad a la experiencia. Un pacto entre desconocidos, ya sean estos una familia, una pareja, un grupo de amigos, compañeros de piso o cualquier otra conformación.
Los huéspedes nunca hablarán ni se darán por enterados de la presencia del intruso e intentarán, dentro de lo posible, continuar con su vida cotidiana. Una noche más entre tantas noches.
Sin embargo, esta aparición de un extraño, de un ángel o fantasma transformará la propia percepción de sus gestos, costumbres y relaciones afectivas, imponiendo un espejo o una mirada externa desde la que sentirse violentados y revelados en su intimidad. Un extranjero que con su mera presencia, desvela lo performativo de nuestra vida privada, familiar, de pareja, íntima y resguardada, exponiéndola ante la mirada de un Otro. Un Otro que ilumina nuestras casas, modificando la percepción que tenemos de nosotros mismos y nuestras vidas privadas. Por supuesto, también es un juego, un probarse y desnudarse, una exposición y un compartir. Abrir las ventanas, derribar las paredes y dejar que el aire de la noche nos penetre.
Se produce, así, un intercambio muy potente, muy vivo, diluyéndose las instancias de espectador y espectáculo u observador y observado. Las posiciones del juego son radicalmente distintas, pero la red de afectos que se produce crea una situación en la que creemos que es fundamental que no haya intromisiones. Una experiencia repleta de secretos y extrañas complicidades.
Documentación imposible.
Los resultados comprobables son asombrosos en cuanto a la respuesta física y emocional de los cuerpos y sensibilidades implicadas. Los extensos tiempos de la convivencia y las estrategias que tanto hospedadores como intrusos han venido desarrollando para ignorarse o comunicarse sin “romper” el juego pactado, son parte fundamental de la investigación.
Este es un proyecto singular en los tiempos que corren: pasó, quizá en algunos lugares, algunas noches, sigue pasando. Pero no hay grabaciones ni documentación. Se resiste a su registro, lo expulsa, el pacto que posibilita que el encuentro suceda lo hace perjudicial, destruye la intimidad que s ebusca.
Y por eso este proyecto continúa, aún hoy, en la memoria de lo que participaron en él, en sus sensaciones y experiencias más íntimas.
Al final de cada experiencia era realmente bello escuchar a los espectadores cuando, al salir de la casa, al separarse físicamente, la piel y los rostros todavía se encienden y un torrente imparable de palabras y narraciones y anécdotas y risas tratan de dar cuenta de aquello que se ha vivido. Sus palabras parecían narrar entonces un sueño, un delirio, algo imaginado.
Encuentros.
En ocasiones ha habido encuentros entre aquellos que participaron juntos y convivieron durante unas horas, ignorándose y siendo observados. Estos encuentros entre aquellos cuerpos que estuvieron físicamente próximos se plantean como encuentros virtuales, esto es, como encuentros públicos en los que el intruso, en vez de contar al público convocado su experiencia, es invitado a hablar por video conferencia con sus huéspedes. Es entonces cuando, por primera vez, pueden comentar lo que pasó entre ellos, recordar y rememorar la experiencia y el tiempo que compartieron. A través de su caótica conversación, el público va tratando de responder a las preguntas que le asaltan. ¿se conocen? ¿qué es lo que hicieron juntos? ¿por qué no podían hablar? ¿por qué no se miraban? ¿por qué se sorprenden de hablarse? ¿que atravesó sus cuerpos y miradas? ¿por qué se ríen? etc. Reconstruyendo a modo de puzzle o modelo para armar aquello que vivieron.
Viralidad: algo está pasando en la ciudad.
Uno de nuestros deseos era operar en el campo de las amistades y contaminaciones, generando una cadena o red que, al contrario que aquellas a las que estamos más acostumbrados, operara como una red física y real, y no virtual. Pensamos que hay distintas maneras a investigar y probar sobre cómo producir esta proliferación de experiencias. Proponiendo que los intrusos se conviertan en próximos huéspedes y desplazando un poco más la figura del espectador, convirtiéndole en parte activa del proyecto, contaminando a los participantes a convertirse en impulsores de la propia investigación.
Las redes sociales de internet son el espacio del consumo rápido y voraz de experiencias. De lo publico. Aquí proponemos un trabajo a la inversa. Un contacto lento, paciente, aislado, comprometido, privado. Algo que está pasando, ya, en la ciudad.
Y, quizá, propagándose.