DIRTY ROOM es el nombre del proceso de creación de la tercera temporada de “Clean Room”, el proyecto en el que el coreógrafo Juan Domínguez trabaja con el concepto de serialización.
Durante un mes hemos trabajado en torno a las ideas que articulan esta nueva temporada y hemos abierto el proceso al público, proponiendo diferentes experiencias y situaciones que trabajan desde el secreto, la invisibilidad, la complicidad, la tensión compartida y el gesto poético.
Desde el año 2010 Juan Domínguez ha estado inmerso en su proyecto Clean Room, miniserie de seis episodios en tres temporadas que trata de dar protagonismo a todos los agentes involucrados en el acto performático. En Dirty Room, su nuevo laboratorio-residencia, el autor, el intérprete, el espectador y también el teatro o espacio de representación cambian y desplazan sus roles. La idea es hacer que todos estos agentes sean cómplices necesarios, coautores de la experiencia, para trabajar sobre nuevos dispositivos y ficciones que no son las teatrales propiamente dichas.
http://www.museoreinasofia.es/actividades/dirty-room-presentacion-work-progress-juan-dominguez
Por qué una conspiración.
-
Una conspiración implica un secreto, una ocultación.
-
El secreto vincula a una comunidad inestable y difícil de medir.
-
La pertenencia a una conspiración promueve la ruptura del consumo de “eventos” culturales y busca la implicación de los participantes a través de la indistinción y borramiento de las diferencias entre quienes hacen y quienes observan.
-
En la conspiración, el afuera son todos aquellos que desconocen la conspiración y que asisten sin saber a su desarrollo. Por tanto, todos los que conocen la conspiración pertenecen a ella.
-
La conspiración que proponemos es una herramienta de vinculación que posibilita una temporalidad extendida y la oportunidad de trabajar desde una tensión sostenida entre los integrantes.
-
La conspiración, por su propia naturaleza, se imbrica en la vida cotidiana y ordinaria de los integrantes. Cada uno de los individuos que la componen funciona a modo de célula durmiente, dispuesta a ser “despertada” en cualquier momento.
-
En este sentido, la conspiración se gesta en la invisibilidad y en su inminente desaparición como forma de vida.
-
Esta conspiración tiene como uno de sus objetivos crecer y reproducirse, haciéndose más y más numerosa, lo que permite pensar en la posibilidad de acciones con un número creciente de personas.
Para qué el gesto poético.
Bueno, el gesto poético debe ser definido en su multiplicidad en torno a sus objetivos, es decir, qué busca ese gesto poético. Sus formas vendrán definidas por sus objetivos. Inversamente, sus formas serán las que definan sus efectos. El gesto poético que nos interesa:
-
implica a todos los miembros de la conspiración. En este sentido, es un gesto poético que elabora una comunidad indefinida en su número de individuos que se suman libremente a la ejecución del gesto poético.
-
Interviene en lo cotidiano creando momentos de suspensión y detención que propicien una mirada nueva sobre lo real, transformando la percepción de los espacios, las dinámicas y lo posible.
-
aparece de forma inesperada y desaparece sin dejar un rastro identificable, a veces tan solo el recuerdo o el relato de lo sucedido. Es por tanto presente detenido.
-
trabaja con el tiempo y la temporalidad, proponiendo una manera extraña y extrañada de relacionarse con lo real.
-
en ocasiones deja rastros inidentificables, formas y huellas que reposan descontextualizadas de su origen. Piezas de difícil lectura y que trabajan en torno a las ideas de absurdo y sorpresa.
-
abraza la potencia de su inutilidad. Rechaza el registro, la venta, el mercadeo. Reclama su nulidad, instaura un espacio y un tiempo improductivos, imposibles de domesticar.
por Emilio Tomé.
Relato histórico 1, de Emilio Tomé.
Hola. Escribo pensando en ti. Escribo estas palabras pensando que van a ser leídas por ti. Sí, tú. De alguna manera ha llegado este pequeño libro tus manos. De alguna manera he hecho llegar estas palabras hasta ti. Te has sentado, has abierto este libro, has comenzado a leer y el espacio exterior va desapareciendo poco a poco. Se desvanece para dejar que tus sentidos se sintonicen con los míos. Los ruidos del entorno se convierten en telón de fondo, en la banda sonora intrascendente que nos acompaña ahora. Tus ojos están enfocados en estas letras y tu mente entiende sin esfuerzo estas palabras escritas. El frágil medio que nos une, que nos enlaza. Estas palabras sencillas, extrañas, atrevidas. Estamos solos, por fin, tú y yo. En un entorno virtual que se crea entre el momento en el que escribo y el momento en el que lees. Aislados de todo lo real. Una relación construida entre un pasado que proyecta hacia ti y un presente al que llegan las palabras que pienso pensándote. Una relación asimétrica. Yo hablo, tú escuchas. Yo propongo alcanzarte y, sin embargo, tú puedes escapar levantando apenas los ojos de la página. Con el imperceptible gesto de detener la lectura. Así de frágil, así de intensos los gestos. De esto también quería hablarte. De los pequeños gestos que pueden, a veces, hacerme perder la cabeza. De los pequeños gestos con los que puedes, casi sin querer, hacerme perder la cabeza.
La cabeza. Mi cabeza. Tu cabeza. Conectadas por símbolos aprendidos desde niños que, ordenados de ciertas formas, producen palabras reconocibles, frases, fantasías compartidas. Entre tú y yo, ahora, podría haber kilómetros medibles, tiempos incoherentes. Y sin embargo, aquí estamos, juntos los dos por un momento. Mientras sigas aceptando mis palabras como un puente, como un lazo. En esta relación en que las palabras te someten con placer.
La cabeza. Mi cabeza, tu cabeza. Tan solo una manera de nombrar y forzar las conexiones inexplicables entre tu mente y tu cerebro. Pienso en el cerebro. Un órgano de apenas 1,5 kilogramos encerrado en una caja ósea que se apoya en la última vértebra cervical. Un órgano tremendamente activo, incansable y electrificado que da lugar a la consciencia, la capacidad de sentir y percibir, de razonar, imaginar y desear. Qué extraño, ¿no? Eso que llamamos mente: entidad pensante, incorpórea, casi virtual, emergiendo de tu cerebro, ese amasijo asqueroso y enrevesado de materia neuronal viscosa y oscura. Tu cerebro que puedes sentir, si te concentras, vibrar y palpitar ahora mismo, sin ningún esfuerzo. Cierras los ojos y escuchas el run run de su imparable quehacer. Como chispazos, como relámpagos atenuados. ¿Los sientes? ¿Sientes esa vibración en tu cabeza? La electricidad se propaga por tu cuerpo en oleadas ritmadas, sutiles, casi imperceptibles. Tu mente capaz de procesar todos esos impulsos que te invaden: Tus ojos brillantes que registran cada variación de las ondas lumínicas entre el infrarrojo y el ultravioleta, los destellos del rojo, el blanco, el azul, tus ojos capaces de tocar sin tocar y distinguir la tersura de una superficie tensada, la suavidad de un pliegue; tus orejas esculpidas con recovecos preciosos que recogen y amplifican cada vibración en el aire, el grito de súplica, el susurro, el sonido de la caricia, el roce de la ropa con la piel; tu lengua que es capaz de disfrutar de los sabores de las distintas pieles que pueblan el mundo; tu nariz que detecta el olor conocido entre otros mil olores; el tacto de tu piel que encuentra los límites de tu cuerpo y la piel extremadamente sensible que acompaña los huecos abiertos al interior de tu cuerpo. Todo ese mundo que te excede, todo ese mundo que está fuera de ti, entrando en tu mente, haciéndose cuerpo, carne, lugar.
Las relaciones entre la mente y el cuerpo me fascinan casi tanto como tú. Quería hablarte hoy, aquí, del deseo y la carne del mundo.
Sigues aquí. Poco a poco, tu respiración empieza a ganarse tu atención. Tus pulmones se hinchan y deshinchan a su propio ritmo. No los fuerzas, no los modificas. Tú solamente observas su ritmo mientras lees estas palabras. Puedes detenerte ahora, aquí, en esta frase cualquiera y dejar que tus pulmones crezcan a su ritmo, subiendo y bajando. Subiendo. Y bajando. El espacio que te rodea, las voces, los pasos, el ruido de los coches, el zumbido lejano, cada vez están más separados de ti. Más lejos. El mundo, ahora, se reduce a tu respiración y tu mente procesando estas palabras que nos mantienen, todavía, unidos. Palabras silenciosas que se sueñan voz susurrante, aliento cálido en la piel de tu nuca, ese lugar desprotegido y vulnerable. Tu respiración hincha tu vientre en cada inhalación, haciéndose más profunda. El aire relaja tu espalda, presiona los músculos que rodean tu pelvis, te distiende. El aire conecta los agujeros de tu nariz y tu esfínter. Un canal abierto que recorre tu cuerpo. De fondo en el centro del pecho puedes sentir también el golpeteo rítmico del músculo corazón bombeando sangre hasta tus dedos, vasodilatando. La electricidad, el aire, la sangre, articulando una sinfonía íntima. Y ahora, en este relato, cierras los ojos un momento. Para escucharte.
Abres los ojos. Espero a que sigas leyendo. Se cruza una idea por tu mente. La idea es esta: “podría ser cualquiera, estas palabras no son para mi.” Pero no, te digo. No, estas palabras son para ti. Para ti. Pa Ra Ti. Fuego de mis entrañas. Mi deseo, mi placer. Al pronunciarlo tus labios emprende un viaje de tres pasos, se despegan abriendo tu boca para, en el tercero, quedarse entreabiertos con la lengua asomando entre los dientes. Pa. Ra. Ti. A veces eres un hombre. Otras veces una mujer. En ocasiones un árbol de ramas erizadas o el calor del sol en la piel. A veces un cuerpo dirigiendo veloz mis dedos a tus agujeros, a veces un animal que se trenzaba a mi. Eres el mordisco inesperado, el grito insistente. Alguna vez el dolor deseado, el empujón, el tirón, el desgarro. Otras movimiento, quietud, velocidad que me envuelve. Has estado en mis camas, en mis ojos, por los suelos. Has sido sonrisa que observaba mi cuerpo temblar. Has querido una vez que fuera otro. Me has buscado dentro de mi ropa, dentro mi piel, dentro de mis ojos. Me has enseñado tu libertad y tu capacidad de obedecer. Has chupado, mordido, apretado, introducido, golpeado, frotado, acariciado, tragado, expulsado, eyaculado. Has follado, temblado, gritado, agarrado, lamido, arañado, suplicado y ordenado. Eres gemido, jadeo, ronroneo. Has sido abandono, deseo, cuerpo sin alma. Tu cuerpo se ha ovillado, entrelazado, tensado. Eres la pérdida de contexto, el deseo y el objeto de del deseo. Eres insaciable, asquerosa, pervertido. Me has devorado en tu vorágine insaciable. A veces pezón, polla, diente, sangre. Otras coño, pelo, rosa, culo. Erección, humedad, ansia. Flujo, duda, atrevimiento. Has sido puto, reina, esclava, animal. Y eramos siempre tu y yo. Deseo por deseo. He visto tu rostro en mil rostros. He visto tu rostro como solo puede aparecer en momentos así. Extraño, enajenado, avaricioso. Desencajado, risueño, adormilado. He abrazado la lujuria de tus ojos, el hambre de todos los agujeros. Los he llenado y te he dejado introducirte en los míos. Hemos sido repetición, insistencia. Hemos sido cuerpos viejos, niños aprendiendo, fantasías volátiles. Has sido la que cancela las palabras, el que impone los silencios. Eres profundo, eres todo superficie que humedecer. Te he visto disfrutando de mis acciones repetitivas, infinitas, sin final. Eres demonio, vampiro, toro, pantera. Tus manos han sido hormigas, tus labios caracoles. Nos gusta repetir las cosas, las infinitas variaciones de lo mismo. Tu cuerpo me han parecido mil cuerpos distintos cada noche. Has aparecido en cuerpos tan Eres el rastro de la saliva secándose. A veces pelo. O paisajes sinuosos que dibujar. Eres lo que busca mi mente hecha carne, excitada, ingobernable. Mis manos, mi lengua. Sí. Tú.
Hemos construido una habitación mental a lo largo de todos estos años. Te he encontrado bajo mil formas distintas y aquí estás, Disponible para cada pequeña muerte eyaculada. Incapaz de abandonar esta habitación edificamos juntos. Esta habitación sucia en la que nos reunimos tú y yo. Esta habitación manchada que conocemos tan bien.
Sigues leyendo. Te recuerdo que estas palabras son mi deseo y son la acción de mi deseo. Pienso en ti y recuerdo, fantaseo. Te cito en este espacio y quiero empujar, empujarte, dejar que mis palabras empujen tu deseo. Recordarte que eres el objeto de salvajes tendencias animales. En mitad de la ciudad pareces, para los demás, una persona más, sentada leyendo algún libro. Un cuerpo anónimo más descansando en un banco, en el césped, tomándose un respiro. Pero no para mi. Te pienso escuchando mi voz, leyendo mis palabras que tratan de encontrar la manera de tocarte, de encenderte. Buscando en tu cerebro las conexiones que permitan ordenar reacciones inesperadas a tu cuerpo. Hablándote con toda la impunidad, con toda la libertad, como solo podría hablarte después de haberte violentado. Escribo tratando de anticipar tus reacciones, tus gestos. Las sensaciones de tu piel, el vello erizado, el gesto disimulado de los dedos que rascan y calman un picor. Nadie nota nada, no te preocupes. La gente te mira al pasar y no descubren lo que está pasando. No entienden el efecto de mis palabras. Me gustaría ahora parar de hablar y dejar que mi mano adoptara la forma curvada de tus ingles. Te inclinas adelantando tu cuerpo, apoyando los codos en tus rodillas dejas que tu espalda se curve ligeramente. En mitad de la ciudad, tu cuerpo se abre y se cierra cada vez más grande, más voluptuoso, expandiéndose más y más contra el mundo. La electricidad, el aire, la sangre. Yo lo se y tú lo sabes y nadie más lo sabe. Es un secreto que nos liga aquí y ahora. Tu sexo palpita y se inflama rodeado de extraños. Si estuviera contigo lo sentiría
ardiendo
contra la palma de mi mano.
Cierras los ojos por última vez y una sonrisa asoma apenas, en el gesto imperceptible de tus labios. Un gesto que puede hacerme perder la cabeza. Nadie lo ve. Pero yo sí.
QUINCE HAIKUS
I
Suave silencio
el azar de unas gotas
resbala por ti.
II
Verte chupando
y mordiendo y gritando
y sólo mirar.
III
No me arrepiento
cuando no te veo a ti,
sino a tu cuerpo.
IV
Pelos que sueñan
que sudan que pelean,
tuyos y míos.
V
Tu boca y mirar
sonidos sin sentido
que salen de ti.
VI
Al encontrarte
dentro de mi piel, algo
se hace romper.
VII
Un lento caer
tropezarse y lamerte
gritando sin más.
VIII
Tu cuerpo abierto
aplastando la espalda
que hunde la cama.
IX
En cuanto duermo
mis dedos suplicantes
buscan tus huecos.
X
Cuando me siento
detrás de ti una sombra
que huye y jadea.
XI
Sabor amargo
cuando mi lengua roza
tus cicatrices.
XII
Al ver otra vez,
mis entrañas resbalan,
queman tus labios.
XIII
El abrazo al fin
surca tu piel, tatuaje
de mi esperma gris.
XIV
Tu aliento envuelve
este abrazo imposible
que el sudor mancha.
XV
Vuelvo a temer que
no amanezca esta noche
que nos consume.